Ofelia se funde con el paisaje abstracto, como si la pintura respirara a través de su cuerpo. Las manchas de color y las texturas se agitan entre agua, luz y aire, creando un espacio donde la melancolía se torna éxtasis. Como en un sueño suspendido entre el tiempo y el cosmos, su silueta emerge y desaparece; cada trazo parece desafiar la lógica y abrir al espectador una ventana hacia lo sublime, lo inevitable y lo profundamente humano.
La serie muestra paisajes con árboles donde figuras humanas y animales se esconden parcialmente entre troncos o se mimetizan con el fondo. La serie juega con la tensión entre lo escondido y lo revelado, transformando la observación en un ejercicio de atención y descubrimiento.
En un futuro distante, arqueólogos y antropólogos examinan los restos de nuestra civilización, vestigios de lo que será conocida como la era del Antropoceno. Entre fragmentos de objetos y estructuras olvidadas, reconstruyen hábitos, creencias y relaciones. Encuentran ecos de superstición disfrazada de religión, jerarquías y desigualdades que marcaron vidas y cuerpos, tensiones de género y raza, y sistemas que organizaron la producción y el deseo. Todo ello revela, entre curiosidad y perplejidad, una humanidad que buscó dominar su entorno sin medir las consecuencias.
Cuatro mujeres, cuatro estaciones. Vestidos manchados de colores que respiran primavera, verano, otoño e invierno. Herederas de una tradición ancestral que pone rostro humano a la naturaleza, ellas recuerdan tanto la belleza del mito como la pregunta contemporánea: ¿miramos el mundo en su diferencia, o solo en el reflejo de nosotros mismos?
En esta serie, las ninfas aparecen como símbolos de lo inasible: fuerzas vitales que escapan a la mirada racional y, sin embargo, configuran nuestra experiencia del mundo. La pintura se convierte en un espacio donde mito y presente dialogan, donde lo abstracto da forma a lo invisible y lo figurativo sugiere huellas de lo sagrado en lo cotidiano.
Estos paisajes nos invitan a explorar mundos donde el color y la textura crean un tapiz de sensaciones. Entre montañas, ríos y claros, pequeñas figuras humanas y animales se camuflan, evocando la historia y los secretos de cada lugar. La serie despierta curiosidad y atención, recordándonos la conexión entre naturaleza, memoria y relatos escondidos.
Durante la pandemia, el hogar se transformó en universo. Todo sucedía adentro: trabajo, descanso, encuentros y soledad. Fue necesario aprender a convivir con el encierro, sostener rutinas con orden y paciencia. Estas obras evocan aquel tiempo desde lo abstracto, donde el caos de lo cotidiano se mezcla con objetos reconocibles, fragmentos de una vida recluida que buscaba armonía dentro de lo incierto.
En estas obras, lo cotidiano se vuelve instante poético. Gestos mínimos resuenan en la luz tibia del interior. Cada color, cada sombra y cada rincón del hogar se transforma en un eco de la intimidad, donde lo doméstico revela su ritmo silencioso y su belleza escondida. Inspirada en Vuillard y los Nabis, la serie invita a detenerse, a mirar el gesto más simple y reconocer en él la delicadeza y la armonía de la vida diaria.
El uso de la técnica mixta me permite explorar la tensión entre lo espontáneo y lo construido. Los materiales aportan color, forma y huellas que enriquecen la lectura de la obra. Más que imágenes únicas, estas piezas son fragmentos de un proceso abierto, donde experimentación e intuición conviven. La serie invita a mirar más allá de la superficie y descubrir en cada cuadro una narración distinta.
Cafés y bistrós del siglo pasado: espacios donde la vida bohemia se desplegaba entre conversaciones y silencios. Miradas que se cruzan, esperas que suspenden el tiempo, gestos fugaces de soledad o intimidad.
La serie reúne retratos que oscilan entre lo realista y lo abstracto. Cada obra busca revelar distintas dimensiones de la identidad: desde la presencia concreta del rostro hasta su expresión más libre y subjetiva. En este cruce de lenguajes, el retrato se transforma en un espacio de exploración y mirada interior.
Esta serie de paisajes, de impronta impresionista, busca capturar la fugacidad de la luz y el movimiento de la naturaleza. Cada obra se construye a partir de pinceladas libres y colores vibrantes que transmiten atmósferas más que descripciones, invitando a contemplar el instante en toda su intensidad.